jueves, 2 de junio de 2011

Diario londinense Financial Times: Humala es mejor para la democracia en el Perú

Mucha atención empresarios y sectores conservadores que se creen el cuento de Fujimori y quienes la apoyan. Este artículo publicado con el título “Humala es mejor para la democracia en el Perú”, el 31 de mayo en el influyente diario londinense Financial Times, escrito por Max Cameron, experto en estudios sobre el Perú de la Universidad de British Columbia, y Michael McCarthy, de la Universidad de Johns Hopkins, afirma que la mejor opción, la más razonable y conveniente para el Perú es Ollanta Humala. Aquí sus razones. (La traducción es de LA PRIMERA y, por razones de espacio, se ha eliminado la parte introductoria). (*)

Humala no gobernaría como Chávez, porque las condiciones en el Perú son totalmente
distintas a las de Venezuela, las cuales ocasionaron una interrupción del sistema y abrieron el camino para el ascenso de Chávez al poder en 1998. La economía del Perú ha prosperado durante una década y millones han salido de la pobreza.

No está en disputa ningún vuelco fundamental en las políticas que produjeron ese cambio económico-social. Más bien, la candidatura de Humala ha estimulado un debate urgentemente necesario sobre distribución de la riqueza.

El auge económico del Perú ha conducido a una reducción sustancial de la pobreza. Hoy, cerca de un tercio de la población es pobre, la mitad de los que eran pobres hace una década. Pero el crecimiento se ha concentrado en Lima y en la costa. En la sierra del sur y del centro y en la selva amazónica la pobreza sigue siendo alta y el trato primitivo (“wild west”) en la extracción de los recursos naturales ha intensificado el conflicto.

Los indígenas aymaras de la ciudad altiplánica de Puno han ganado titulares en medio de la campaña electoral con su protesta contra los planes de Bear Creek, minera canadiense, de abrir una mina de plata que los protestatarios dicen que contaminaría el Lago Titicaca. Una combinación de efectos laterales negativos y la lucha respecto a las rentas económicas podría fomentar otro ciclo de violencia y represión.

Estas presiones plantean interrogantes acerca de las instituciones políticas del Perú, que no son tan robustas como las de Chile y Uruguay, por ejemplo, a menudo presentados como niños modelo de la democracia en la región. Pero el cielo no se está desplomando. Es improbable un colapso mayor que crearía ambiente fértil para una misión de “salvación de la patria”.

Para realizar cambios como los de Chávez, Humala necesitaría una enorme coalición sedienta de transformación política mayor. No tiene esto.

Más aún, uno de los más vehementes críticos de Chávez en la región, Mario Vargas Llosa, apoya ahora a Humala.

Él y otros intelectuales liberales, incluido su hijo Álvaro, podrían convencer a votantes moderados indecisos de que la presidencia de Keiko no sería compatible con la democracia. Este apoyo a Humala surge de dos factores: el paso de Humala al centro y el compromiso de éste de respetar las reglas democráticas; y la conexión directa que existe entre Keiko y su padre Alberto Fujimori, el expresidente que ejerció el poder despiadada y arbitrariamente en los años 1990.

Keiko fue parte del gobierno de su padre, aunque solo como “primera dama” (un rol sustitutorio que asumió cuando su madre fue brutalmente maltratada por su padre). Ella no ha repudiado las políticas de su padre, y sospechamos que lo liberaría de la prisión que cumple debido a una condena de 25 años por corrupción y crímenes contra la humanidad. De hecho, su campaña parece haber sido dirigida, en parte, desde la penitenciaría donde su padre está encarcelado.

Los críticos dicen que ella emplea en su campaña los mismos recursos sucios que él usó para perpetuarse en el poder.

Cuando un periodista de uno de los dos diarios pro Humala reveló que el servicio de inteligencia militar del Perú estaba involucrado en acciones turbias para apoyar la campaña de ella, el director recibió un aparato floral funerario. Otro diario simpatizante de Humala fue adquirido en masa para impedir su circulación en ciertos distritos de Lima. La mayoría de los medios está pesadamente sesgada contra Humala, abandonando toda pretensión de neutralidad en el manejo de las noticias.

Si ella perdonó a su padre y atacó a los jueces que lo colocaron tras las rejas, existe el peligro de que sea reactivada toda la mafia que actúa en el sistema judicial y en las Fuerzas Armadas, y que nunca fue enteramente purgada por gobiernos anteriores. Entonces es el problema clave de intereses poderosos y pesos y contrapesos, la principal razón para que ella represente el peligro mayor para la democracia en el Perú.

Keiko tiene pocos incentivos para gobernar democráticamente, mientras que Humala se enfrenta a constricciones que pueden forzarlo a gobernar democráticamente.

Ella gobernaría con la colaboración de poderosos intereses de facto –grandes empresas, los medios, las Fuerzas Armadas, las fuerzas socialmente más conservadoras dentro de las iglesias católica y evangélicas, y la mayoría de la clase dirigente– que vería con mucho agrado que ella impusiera mano dura contra el crimen y la disidencia, aplicara soluciones de bandas de curita para la pobreza y solicitara coimas a cambio de que continuaran las políticas económicas “abiertas para los negocios”.

Humala, por otra parte, encontraría obstáculos en cada esquina. Una comunidad de negocios hostil, medios rabiosamente críticos, fuerza armada nerviosa, y todos los corruptos soportes en el Congreso y el Poder Judicial harían todo lo posible por desestabilizarlo. La última manera que él tiene es asumir la actitud más elevada y administrar democráticamente, puesto que la legitimidad de su derecho a gobernar no sería respaldada por los poderosos actores privados del Perú.

Todo esto indica que el Perú tiene un largo camino por recorrer antes de que se convierta en una democracia estable con buenas leyes y gobernanza. Para que se den las zancadas hacia esta “consolidación democrática” poderosos actores tienen que perder poder.

Difícil será convencer a las elites de que tal recalibración es un juego de suma positiva. Pero si las elites peruanas miraran hacia el este, a través de los Andes, a Brasil, encontrarían inspiración en una elite que aprendió que un partido político de trabajadores, encabezado por un trabajador, puede ser bueno para los negocios, bueno para la democracia y bueno para el bienestar de la sociedad.

Como demostró la región al capear la gran Recesión, la izquierda de América Latina puede ser buena para los negocios domésticos e internacionales. En realidad, estas elecciones, aparte de determinar la trayectoria futura del Perú, tienen implicaciones mayores para el modelo de desarrollo de “crecimiento con equidad”.

Una presidencia de Humala ampliaría el alcance del modelo socialdemócrata. Una presidencia de Keiko dañaría la democracia y pagaría servicio de boquilla a la equidad mientras las fortunas de los ricos crecerían aún más.

El peligro mayor no es que Humala se revele como un lobo con piel de cordero. El peligro es, lo tememos, que resulte, como Obama: que llegue al poder y encuentre que es muy poco lo que es capaz de hacer para enfrentar los profundos problemas estructurales de su país.


Por Max Cameron y Michael Marx McCarthy

(*) Artículo tomado del diario La Primera, edición del día 02 de junio de 2011.
Texto original del Financial Times puede verse haciendo click AQUÍ.