viernes, 3 de agosto de 2007

REALMENTE TRABAJEMOS POR LORETO

Pongámonos de acuerdo y, ...
REALMENTE TRABAJEMOS POR LORETO
Sabiendo el tipo de país que queremos tener, sabremos lo que debemos hacer y qué herramientas necesitamos para poder hacerlo. De otra manera, continuaremos conviviendo con estos cíclicos e históricos errores sociales y colectivos de pasar de un Alan a un Kenya. Por ignorancia y desconocimiento.

Comparto la teoría de Alvin Toffler acerca de que nos encontramos viviendo una tercera ola o tercera civilización o civilización del conocimiento. La primera ola es aquella etapa en la que la población se dedica a la agricultura y a la recolección. Las comunidades están aisladas, el intercambio de toda naturaleza es mínimo si no nulo, la educación es familiar (los padres enseñan lo que saben a sus descendientes), el trabajo es colectivo y la unidad es férrea. La segunda ola es la etapa industrial. Las comunidades dejan de estar aisladas gracias a las distintas vías de comunicación, se resquebraja la unidad, la educación y el conocimiento son uniformes, y se traslada del hogar a la escuela. Se educa a la población a una rutina, a un horario, a respuestas únicas, estandarizadas. Es decir, quedan expeditas para constituirse como la fuerza laboral necesaria para echar a andar la fábrica.

La tercera ola en cambio, es aquella en la que se privilegia el conocimiento, la información y los medios para transmitirla. El desarrollo tecnológico hace que se desmasifiquen las fábricas o empresas, y los trabajadores retornen a sus hogares para que, con la ayuda de la nueva tecnología, realicen desde allí sus respectivas labores. La unidad familiar y las relaciones interpersonales se consolidan. Obviamente que no todas las tareas podrán ser realizadas de esta manera. Bill Gates, mentor y presidente de Microsoft, también desarrolla y felizmente coincide con esta concepción.

Algunos países han pasado de manera bastante clara, de una ola a otra; en otros, en cambio, se yuxtaponen las olas. Al decirlo, daría la impresión que el tránsito de una etapa a otra es fácil. No, estos cambios traen consigo grandes choques y conflictos entre una y otra ola. Por ejemplo, pasar de la etapa industrial a la del conocimiento está generando conflictos que para nosotros parecen lejanos o inexistentes. Quienes tienen intereses en la civilización industrial (por ejemplo, grandes inversiones en hidrocarburos) se resisten a la civilización del conocimiento porque ésta propugna generar energía limpiamente (solar, eólica, hidráulica, fotosintética, etc.).

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con nosotros? se preguntarán algunas personas. Mucho. Quizá más de lo que se imaginan. Por que es primordial saber, dentro de ésta válida y valiosa concepción, en dónde nos encontramos como región y país. Gracias al vertiginoso avance de las tecnologías de la comunicación, para nosotros es y será mucho más fácil estar en la cresta de la tercera ola. Y convivir con la primera. Llegar y estar en la civilización del conocimiento, no requiere el paso obligatorio por la etapa industrial (lo que no significa no hacer industria). La masificación del uso de las nuevas herramientas tecnológicas (PC’s, Internet, multimedia, telefonía móvil, fibra óptica y uso de todo el ancho de banda, etc.) es una magnífica oportunidad para centrar nuestra atención e inversión en la formación de personas altamente calificadas en distintas áreas del conocimiento. Aquí, en Loreto. Sólo con presencia virtual de los más connotados profesores y académicos nacionales y extranjeros.

Sin embargo, este planteamiento se quedará en eso, si es que no tenemos la capacidad de decidir lo que es mejor para nosotros. En todos los aspectos. Lo descrito es solamente un ejemplo. De ahí la importancia de poder entendernos y trabajar por nuestra autonomía. Por la autonomía regional. De saber cual es nuestro rumbo. Nuestro futuro no se circunscribe a la coyuntura. Temas de gran importancia y que significan cambios estructurales, son tratados con suma ligereza por el apuro de la campaña política. Por el protagonismo asfixiante. Son ya recurrentes los temas del Acuerdo con el Ecuador y las exoneraciones. Que seremos invadidos por los ecuatorianos. ¿Acaso no estamos “invadidos” por los brasileros en lo comercial y en lo cultural? ¿Disfrutamos de las toadas, no es así?. Lo mismo ocurre con Colombia. La balanza comercial es favorable a nuestros hermanos cafeteros. Y somos tan hermanos que hasta les financiamos sus actividades para consolidar su presencia en nuestra región mediante instituciones públicas que hacen uso de nuestro dinero que se recauda vía tributos. ¿Acaso alguien a puesto “el grito en el cielo”?. Que yo sepa, nadie. Y el suelo está parejo.

En cuanto a las exoneraciones, no existe un estudio serio que nos permita saber si estos beneficios se han trasladado al precio final del producto que adquiere el consumidor final: cuánto empleo ha generado o cómo ha contribuido en el desarrollo social. Un estudio serio va más allá de las normas vigentes. Se trata de saber si esta herramienta sirve o no a la población en general. La exoneración es un medio y no un fin en sí mismo. Y asustar y sobresaltar a la población para contar con su adherencia, tampoco es el camino más apropiado. En este contexto reitero mi propuesta de una Ley de Desarrollo Integral y Sostenible de la Amazonía Loretana.

Lo que deseo con fervorosa sinceridad es que nos entendamos en puntos mínimos. Que se deje de manipular a la ciudadanía y se le oriente para que conozca y decida por el peso de la razón y el argumento válido.
Iquitos, 3 de agosto de 2007
(Artículo publicado en la revista loretana LA VERDAD Nº 7
del 15 de diciembre de 2001)

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