lunes, 8 de junio de 2009

Orientalismo por Jorge Bruce

Orientalismo (*)

Por Jorge Bruce - Psicoanalista

En el clásico estudio con el título de esta nota, el intelectual palestino-americano Edward Said demuestra cómo una serie de clichés ideológicos occidentales expresan los intereses y estrategias del poder dominante, configurando prejuicios y estereotipos que distorsionan y violentan nuestra visión del otro, el oriental. ¿No es acaso lo mismo que acaba de ocurrir en el Oriente peruano? En las semanas que precedieron a la matanza del 5 de junio, hemos oído una retahíla de tópicos acerca de nativos ignorantes manipulados por fuerzas radicales, designios oscuros, la mano extranjera, etcétera. Todo lo cual, como es trágicamente obvio, preparaba la intervención salvaje del viernes pasado. Tengo en mis manos una prueba de que la falta de argumentación de esos nativos desinformados es una grosera falsedad. Se trata de un documento que me envió Alberto Pizango, a mi pedido, sustentando la posición de Aidesep respecto de los decretos cuya derogatoria se exigía mediante el paro amazónico. Lo menos que puede decirse es que ameritaba ser debatido con cuidado.

Por ejemplo, en lo tocante a las concesiones de fuentes de agua, hay motivos legítimos de preocupación por las atribuciones a la Autoridad Nacional del Agua, que implicaría un ordenamiento territorial con privatizaciones que someterían a las comunidades nativas a un esquema análogo al de las reservas norteamericanas, “despojando a los pueblos indígenas del acceso a los grandes ríos amazónicos, léase: Marañón, Santiago, Morona, Pastaza, Ene, Tambo, Urubamba, Perené, Ucayali, etc. que por historia y por derecho les corresponde”. Como esta, el documento contiene una lista de fundadas observaciones sobre las que, además, jamás fueron consultados los principales afectados, tal como lo exige el convenio firmado por el Perú en la OIT. De modo que la exigencia de la bancada aprista sobre cuáles eran los aspectos que debían ser modificados en los decretos estaba respondida en detalle. Solo que no había voluntad de atenderlos y sí una feroz ignorancia sobre la cultura del otro y su relación ancestral con su territorio.

En vez del debate, que se evitó mediante una triquiñuela aprista con la complicidad involuntaria o inconsciente de los nacionalistas que llegaron tarde (!) al Congreso, se optó por las balas.

Ahora ya es tarde. En vez de contar votos en el parlamento, estamos contando muertos. No sé si las objeciones de Aidesep son exactas, pero me consta que están fundamentadas y habían sido presentadas. Es cierto que exigir la derogatoria puede ser considerada una posición maximalista, pero eso se discute. Es cierto que tomar carreteras es una medida ilegal y desesperada.

Pero eso podía haber sido negociado suspendiendo la aplicación de los decretos hasta debatirlos cuánto haga falta, informando y consultando a la población, en particular a la amazónica. Una vez más se impuso una visión hegemónica, “hortelánica”, en donde la opinión de “una horda de salvajes con flechas” se suprime con armas más potentes en la mano. Es cierto que el Perú es una nación dividida en donde la vida de los pobres –civiles y policías– es un costo que la mirada “orientalista” asume sin parpadear.

(*) Tomado del diario LA REPÚBLICA, edición del día domingo 7 de junio de 2009.

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