viernes, 20 de julio de 2007

SIN LUNA DE MIEL

SIN LUNA DE MIEL

En cualquier escrito, generalmente encuentro algún grado de dificultad para saber cómo iniciar el primer párrafo. Este espacio de tiempo, este momento, me permite esbozar la estructura de lo que realmente deseo expresar. Nuestra particular interpretación de lo que acontece alrededor, es originada por una permanente recolección de información y estímulos que las procesamos de acuerdo con nuestra particular percepción. Por este importante detalle, es fundamental que la comunicación sea eficiente.

Entonces, ¿cual es mi percepción de lo que acontece?. Desde que nacimos como República y se introduce en nuestro país el concepto de Estado desde el punto de vista occidental, hemos sufrido desastrosos gobiernos en los que el objetivo de mejorar la calidad de vida de la población era el “último de la fila”. Los reclamos regionales, en el caso peruano, distan de ser lo que funcionarios no elegidos por los ciudadanos (ministros, viceministros, etc.) y que deciden por casi el 100% del presupuesto nacional, llaman peyorativamente “provincianos” en su ignorante creencia de que desconocemos tanto lo que deseamos como lo que acontece más allá de nuestras narices.

Debemos reparar que el Estado Peruano es una cosa permanente y que sus instituciones se deben a la nación en su conjunto. El gobierno, en una república regida por los principios de la democracia (separación y autonomía de poderes: legislativo, judicial y ejecutivo), es siempre temporal y se la ejerce ganando en elecciones transparentes, justas y equitativas. La organización política que obtiene la victoria administra el Estado y representa al Poder Ejecutivo.

Bajo esta premisa y el sentido común, queda claro que se necesita un estado institucionalizado para acceder y alternar en el poder a lo largo de toda la vida del país como tal. Para este ineludible propósito es más que saludable que participen quienes desean y entiendan lo que es hacer Política, así como aquellos que creen estar haciéndolo bien. Este es el preciso momento y la oportunidad que tenemos para recomponernos y continuar. Las desagradables riñas intestinas en el partido de gobierno (de las que somos sorprendidos testigos y producen vergüenza ajena) así como las egoístas actitudes de los demás partidos, deben dar paso al intercambio de ideas y propuestas de lo que es mejor para el Perú.

Para conservar la perspectiva, es imprescindible recordar lo que hemos vivido y nos ha dejado el que pretende “web-earnos” desde el Japón y el “titiritero” al que le duele no ser primera plana y noticia aquí, en el Perú. Ellos han cogobernado el Perú desde 1992 y su mafia, con la fachada de gobierno democrático, armó y consolidó una estructura de poder que desmantelarla tomará un razonable tiempo. Se equivocan quienes creen que todo se ha acabado con uno “aislado” físicamente y el otro “encerrado”. Todo lo contrario. Quienes permanecen en esta estructura tienen la obligación de retribuirle favores al “Doc” para que éste represente adecuadamente el papel que la ocasión amerite. Le interesa estar en la agenda del día. Aquellos que le nieguen su apoyo saben perfectamente lo que les puede ocurrir.

La colaboración para reconstruir el país puede empezar por la aceptación de ejercer el poder de manera compartida además de postergar, por la democracia, legítimos intereses político partidarios. El éxito de este gobierno (que pudo estar encabezado por otro grupo político), es el éxito de nuestro país, del Perú en su conjunto. Si nos detenemos un momento a pensar vamos a percatarnos que hemos pasado de un remedo de gobierno democrático a un gobierno democrático de transición. Es decir, no ha existido la transición de mando de un régimen democrático a otro de similar condición. Pero cuando así sucede, generalmente la población le da al nuevo gobernante un plazo razonable de tranquilidad social, al que se conoce como “luna de miel” y dura entre 12 y 18 meses. El paso del detestable Fujimori hacia el Presidente Valentín Paniagua logró un descargue de desbordante, inusitada y contenida alegría ciudadana que duró el mismo tiempo que el gobierno transitorio. Es decir, al electo presidente Alejandro Toledo le quedaba poco o nada de “luna de miel” para degustar (este escenario debió estar previsto por los asesores). A esto se añade la visible carencia de una Agenda de Gobierno, que le impide tomar la iniciativa y así pueda evitar reaccionar solamente. Con el mensaje del domingo 30 de setiembre se inicia una nueva estrategia de comunicación con la población. Si bien fue reiterativo, el mensaje fue oportuno y se hizo esperar demasiado tiempo. Sin embargo, necesitamos también consecuencia, coherencia y liderazgo.
Iquitos, 20 de julio de 2007
(Artículo publicado en la revista loretana LA VERDAD Nº 4
del 6 de octubre de 2001)

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