PERDONAR
(Letra canción hablada)
Es verdad. Todos venimos heridos. Todos hemos sido lastimados por la vida, por la muerte, y por el amor. Y junto con el dolor, hemos sentido también cólera, rabia y resentimiento. Y así en nuestro corazón, ha ido anidando el rencor, muchas veces sin que lo quisiéramos así.
Y es que cuando somos ofendidos o heridos, es natural que sintamos enojo y rechazo. Es una reacción casi automática. Tenemos derecho a sentirlos.
Pero lo que no es bueno para nosotros, es quedarnos con esa rabia. Seguir alimentando el odio y el resentimiento. Y continuar albergándolos por largo tiempo. O por toda la vida.
Es demasiado malo para hacérnoslo a nosotros mismos. Es como si tomáramos una cucharada de veneno cada día. Porque el rencor nos va dañando y enfermando poco a poco.
Hoy se sabe a ciencia cierta, la influencia que las emociones ejercen sobre nuestro organismo. Los estudios han confirmado que la agresión, el odio que albergamos, consciente o inconscientemente, buscan descargarse a través de nuestro cuerpo.
Y uniéndose a una predisposición física, producen diversas enfermedades como la artritis, migraña, úlceras, contracturas musculares, alteraciones cardíacas y cáncer, entre otras.
Y no sólo sufre nuestro cuerpo, porque cuando estamos llenos de rencor y resentimiento, nos vamos oscureciendo y apagando. Nos volvemos irritables y malhumorados. O más aun, nos enfermamos emocionalmente de depresión, ansiedad, fobias y adicciones.
En parte porque la rabia que guardamos, se vuelve contra nosotros mismos. Y así nos atacamos. Dañamos nuestra salud, nuestros sentimientos y nuestras relaciones con los demás.
Por todo esto, nos damos cuenta que el perdón es la medicina que necesitamos para recuperar la salud física y mental, y la paz espiritual.
Perdonar es más una cuestión de voluntad que de sentimiento. Es estar dispuesto a abandonar la pesada carga de odio y resentimiento que nos mantiene atados a una persona o situación del pasado.
Es permitirnos abrir el corazón para dejar entrar nuevamente el amor, tomando la decisión de amar al otro como es. Permanentemente, y con misericordia.
Sin embargo, perdonar no significa justificar lo que nos hicieron, ni decir que estuvo bien. Tampoco implica reprimir o negar nuestra cólera, pues es necesario reconocerla para liberarnos de ella.
Muchas veces es útil descargarla, llorando, hablando con alguien, haciendo ejercicios o hasta golpeando un cojín; para luego, más aliviados, poder comprender y perdonar.
Perdonar no significa hacer como si no pasara nada, ni callar cuando es necesario hablar, y poner límites para arreglar una situación.
Tampoco debemos perdonar y luego sentirnos mejores o superiores a los otros. Perdonamos, porque vamos empezando a entender que las personas que nos dañaron, actuaron así porque ellos a su vez fueron dañadas, o porque en su niñez no recibieron el amor que necesitaban, o no tuvieron orientación y buen ejemplo, o tal vez por su propia debilidad, inmadurez o incluso enfermedad mental, porque realmente no podía actuar de otra manera.
Perdonamos también porque reconocemos nuestras propias fallas, nuestra debilidad. Y cómo también nosotros necesitamos ser perdonados. Y que no estamos libres de culpa para tirar la primera piedra. Y porque todo esto hace nacer en nosotros una sincera humildad para aceptarnos como somos.
Perdonamos, finalmente, porque aprendimos a mirarnos a nosotros mismos con más comprensión y amor. Y así, podemos hacer lo mismo con los demás.
(Letra canción hablada)
Es verdad. Todos venimos heridos. Todos hemos sido lastimados por la vida, por la muerte, y por el amor. Y junto con el dolor, hemos sentido también cólera, rabia y resentimiento. Y así en nuestro corazón, ha ido anidando el rencor, muchas veces sin que lo quisiéramos así.
Y es que cuando somos ofendidos o heridos, es natural que sintamos enojo y rechazo. Es una reacción casi automática. Tenemos derecho a sentirlos.
Pero lo que no es bueno para nosotros, es quedarnos con esa rabia. Seguir alimentando el odio y el resentimiento. Y continuar albergándolos por largo tiempo. O por toda la vida.
Es demasiado malo para hacérnoslo a nosotros mismos. Es como si tomáramos una cucharada de veneno cada día. Porque el rencor nos va dañando y enfermando poco a poco.
Hoy se sabe a ciencia cierta, la influencia que las emociones ejercen sobre nuestro organismo. Los estudios han confirmado que la agresión, el odio que albergamos, consciente o inconscientemente, buscan descargarse a través de nuestro cuerpo.
Y uniéndose a una predisposición física, producen diversas enfermedades como la artritis, migraña, úlceras, contracturas musculares, alteraciones cardíacas y cáncer, entre otras.
Y no sólo sufre nuestro cuerpo, porque cuando estamos llenos de rencor y resentimiento, nos vamos oscureciendo y apagando. Nos volvemos irritables y malhumorados. O más aun, nos enfermamos emocionalmente de depresión, ansiedad, fobias y adicciones.
En parte porque la rabia que guardamos, se vuelve contra nosotros mismos. Y así nos atacamos. Dañamos nuestra salud, nuestros sentimientos y nuestras relaciones con los demás.
Por todo esto, nos damos cuenta que el perdón es la medicina que necesitamos para recuperar la salud física y mental, y la paz espiritual.
Perdonar es más una cuestión de voluntad que de sentimiento. Es estar dispuesto a abandonar la pesada carga de odio y resentimiento que nos mantiene atados a una persona o situación del pasado.
Es permitirnos abrir el corazón para dejar entrar nuevamente el amor, tomando la decisión de amar al otro como es. Permanentemente, y con misericordia.
Sin embargo, perdonar no significa justificar lo que nos hicieron, ni decir que estuvo bien. Tampoco implica reprimir o negar nuestra cólera, pues es necesario reconocerla para liberarnos de ella.
Muchas veces es útil descargarla, llorando, hablando con alguien, haciendo ejercicios o hasta golpeando un cojín; para luego, más aliviados, poder comprender y perdonar.
Perdonar no significa hacer como si no pasara nada, ni callar cuando es necesario hablar, y poner límites para arreglar una situación.
Tampoco debemos perdonar y luego sentirnos mejores o superiores a los otros. Perdonamos, porque vamos empezando a entender que las personas que nos dañaron, actuaron así porque ellos a su vez fueron dañadas, o porque en su niñez no recibieron el amor que necesitaban, o no tuvieron orientación y buen ejemplo, o tal vez por su propia debilidad, inmadurez o incluso enfermedad mental, porque realmente no podía actuar de otra manera.
Perdonamos también porque reconocemos nuestras propias fallas, nuestra debilidad. Y cómo también nosotros necesitamos ser perdonados. Y que no estamos libres de culpa para tirar la primera piedra. Y porque todo esto hace nacer en nosotros una sincera humildad para aceptarnos como somos.
Perdonamos, finalmente, porque aprendimos a mirarnos a nosotros mismos con más comprensión y amor. Y así, podemos hacer lo mismo con los demás.
Una vez, acudió al Maestro en busca de consejo, una persona que vivía agobiada por sus resentimientos. Maestro, preguntó, ¿que debo hacer para perdonar a otros? Y Él contestó: No juzgues a nadie. Si no condenaras a nadie, no tendrías necesidad de perdonar.
1 comentario:
mi blog
http://eldiariodemmadmax.blogspot.com/
saludos
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