MAYNAS. EL DELFÍN Y UNA LÁGRIMA
por Baldo Kresalja.
Tomado de LA REPÚBLICA del 28 DE JUNIO DE 2007
Creo que la primera vez que escuché hablar de la provincia de Maynas fue en el colegio, no sé si en el curso de Historia o de Geografía, y tenía que ver con el problema ya felizmente resuelto de los límites del Perú con el Ecuador. Es cierto que después aparecen en mi memoria Loreto y su ciudad capital, Iquitos, como lugares exóticos y lejanos, pero es el nombre de Maynas el que para mí concentra el encanto. Y estando ahí viajé hace unos días desde el embarcadero de Nauta a la Reserva de Pacaya-Samiria y luego a Iquitos. Advierto para los desconfiados que lo que voy a decir a continuación lo digo con mis propios colores, pues he sufragado mis gastos y los de mi familia. No hago publicidad. El barco se llama "El Delfín", ha sido construido en Iquitos y es de una compañía de peruanos, "Amazons Horizons Cruises". Ha sido un viaje extraordinario, por varias razones. El propio barco, la atención a los viajeros, las excursiones, la comida, el conocimiento de los guías, el respeto más escrupuloso por la naturaleza, son factores que deben ponderarse. Un servicio de primera en medio de una naturaleza riquísima que no solo es una reserva de salud mundial sino de una belleza indescriptible. Ya quisieran los famosos haber estado alguna vez ahí. Ya quisiera Woody Allen con su inteligencia, Bill Gates con sus millones, Nadal con sus raquetazos, la foquita Farfán con sus goles, Jennifer López con su trasero, Fidel con sus barbas, el obispo de Roma con sus plegarias y Bush con su indecencia, gozar y ver lo que mi familia y yo hemos gozado, visto y aprendido. Ya quisieran. Ya quisieran en el desayuno haber tenido la oportunidad de escoger entre un jugo de camucamu, de papaya, de cocona, de aguaje, de araza, de maracuyá o de carambola. Haber arranchado de un árbol casi sumergido una huevera de caracol que deja el cutis mejor que una seda de Samarkanda. Ya quisieran haber probado un trozo de doncella, pescado que rivaliza en color y sabrosura con el mejor mero murike. Haber visto a los perezosos de tres garras, a los monos frailes con sus crías, a los inteligentes monos negros o capuchinos, a las garzas blancas que llegan desde el Golfo de México, a las tutuyos, camuncos y delfines rosados acompañarnos sin miedo por las innumerables vías de agua. Ya quisieran haber pescado pirañas con una caña elemental. Ya quisieran haber casi tocado en medio de una lluvia diluviana el arco iris incompleto. Ya quisieran haberse internado en la noche en una laguna de dimensión ignorada en la que el guía atrapa con sus manos un lagarto negro de casi un metro, nos permite tocarlo y ver sus ojos con persianas para impedir el ingreso de bacterias, para después, entre las miasmas surgentes, devolverlo a la laguna sin un solo rasguño, esto es, vivito y de verdad coleando. Ya quisieran internarse desde el río Marañón por los rápidos que llevan al lago Caro Curahuaste, de plácida y aplastante belleza, y antes a la laguna donde se reflejan mejor que en la realidad los árboles que crecen y sobreviven en medio de las aguas negras. Ya quisieran.
La inmensa llanura amazónica, pocos lo saben, queda sumergida bajo el agua durante una época del año en más del 70% de su extensión. Pero los habitantes de ella y sus intereses concretos están más sumergidos aún en la indiferencia del gobierno de Lima, en esta primera y desventurada república. Lo digo sin estridencia, pero los loretanos hasta podrían pensar en separarse del Perú o buscar un estatus jurídico especial, tal es el abandono en que se encuentran y el futuro promisor que saben les espera. Hay que escuchar lo que dicen de la burocracia indolente del INRENA y de las irracionales políticas de PromPerú queriendo promocionar un turismo de masas, cuando lo único que cabe es uno selectivo, con valor agregado, porque de lo contrario se destruiría el hábitat natural que aún se conserva y que los vecinos del Brasil en solo treinta años, ojo con la Interoceánica, han prácticamente destruido sin remedio.
En medio del gozo, una lágrima por nuestros compatriotas de las comunidades nativas cuyos hombres se quedan sin dientes antes de los 40 años, por las mujeres que a los 30 ya sufren de osteoporosis, por sus niños que no pueden terminar la primaria. Una lágrima por ellos que son los guardianes verdaderos, los únicos socios posibles para conservar y potenciar ese tesoro, que los políticos en Lima ignoran sin rubor, y cuyos únicos temas de contacto con esa realidad parecen ser las exoneraciones tributarias y el narcotráfico. Por cierto, los loretanos tienen las mismas virtudes y los mismos defectos de cualquier otro humano. Después de la era del caucho, allá por años 30 del siglo pasado, ha habido mucha depredación en pieles de nutria, de jaguares y sajinos, los que han sido casi diezmados, como ocurre ahora con los lagartos. Pero ello no impide reconocer que lo que tienen de diferente es un determinado conocimiento: el de cómo administrar, conservar y aprovechar la riqueza de la Amazonía. En la era del conocimiento tienen uno que la generalidad no tiene, y lo tienen sobre una parte del mundo que ya casi no existe y que muchos otros más poderosos que nosotros quisieran tener. Y ello debe preservarse y potenciarse para su/nuestro beneficio, más aún cuando han aprendido a vivir en un medio geográficamente difícil y humanamente muy exigente. No deseo terminar sin saludar a los guías Usiel Vásquez y Adonay Rodríguez, este ultimo, además, primera voz del trío Los Adolescentes, quienes con inconfundible dejo charapa nos cantaron en unas noches en las que estábamos sentados acompañados de la Vía Láctea, unos coloridos boleros de abandono y de pierna.
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