“Violada en una orgía”
por César Hildebrandt
(tomado del diario La Primera del 4 de octubre de 2007)
Pocas horas antes de que se viera el asunto de la censura al megainepto ministro del Interior, un operador del detritus, un albañil de bosta y mugre, un navegante de mares de gargajo, en fin, un upepista que salió de la nada y se dirige a la nada a paso de zanco, orienta su cañón hacia el palco que le han dicho que derribe y dispara.
“Toledo estuvo en la casa de Adam Pollack. Allí se bebía licor y se practicaba (sic) una orgía”, dijo esta envidia del Animal Planet.
“Toledo violó a una chica llamada Diana Carolina Arévalo Sagástegui, de 22 años… Me da vergüenza haber tenido un presidente de esa calaña porque todos sabemos de sus orgías y que consumía cocaína cuando lo encontraron en la clínica San Pablo”, añadió.
En seguida –dicen– se rascó las axilas con furia, gruñó algo que no parecía amable y mostró los dientes bajando y subiendo los belfos. Nadie, desde luego, le dijo nada. Todos estaban agradecidos. Total, el upepo había hecho el menú del Trome, la portada que hubiera sido de La Chuchi y la recontraportada de El Popular. Todos contentos. Por fin alguien le había devuelto a la política peruana el tufo a terocal que la caracteriza, el tumbao de Tatán que la persigue desde los tiempos de Ñangué.
¡Por fin alguien que nos aliviaba la nostalgia!
¡Cómo habíamos extrañado a Carlos Enrique Melgar endurecido por sus polvos mágicos y pituitarios!
¡Cómo fue que echamos de menos a don Carlos Langberg y su influencia decisiva sobre Armando Villanueva del Campo y Fernando León de Vivero en aquellas noches no de “La Tribuna” sino de “P.M.”!
Ya no era necesario morir de recuerdos.
Aquí estaba el hombre que compartía con todos la fresca carroña.
No importó que, minutos después, el comisario de Orrantia del Mar, mayor PNP Carlos Villacorta, dijera que la joven Diana Carolina se presentó en la madrugada del 19 de septiembre, “en evidente estado de ebriedad”, y dijo haber sido violada no sabía por quién y que, a pesar de eso, no quiso hacer una denuncia en forma sino sólo registrarse en el libro de ocurrencias y demandar la presencia de su mami.Eso poco importaba. El upepo había logrado desviar a los ruteros de la prensa y a partir de ese momento –eso creía– ya nadie se ocuparía de los patrulleros chinos que casi se compran, de las granadas lacrimógenas que casi se compran, de las municiones que casi se compran y de esta ciudad que casi nos mata cada día pero sobre todo cada noche de cuadrada y punta (mientras Alva Castro anda con 25 guardaespaldas y cuatro camionetas que le ululan).
¡Gran maniobra la de este mandril congresalmente acreditado!
No importa que, como lo averiguara el equipo investigador del Instituto de Defensa Legal, la citada señorita trabajara en un salón de sauna para caballeros, pujante sudadero sito en la cuadra 23 de la avenida Aviación y pregonado en la sección Relax de la prensa seria.
No importa que el jefe de dicha trabajadora manual le dijera a una periodista que la señorita en cuestión gustaba a veces de imaginar excesos.
No importa que el ovíparo upepo combinara los términos “orgía” con “violación” –como si fuera posible forzar a alguien que está en plena cumbiamba orgiástica, con la mente abierta a todas las posibilidades y todas las combinaciones sacro-coxígeas–.
No importa, adicionalmente, que la tal “denuncia” la hiciera este upepo de pezuña hendida saliendo de la oficina de Javier Velázquez Quesquén, (a) “Teníanos”, y sólo minutos después de que otro congresista denunciara al ministro Vallejos por otra muerte inexplicable y cruel sucedida en su jurisdicción.
No importaba tampoco que, al cierre de estas líneas, parecía probado que Pollack y Toledo no estuvieron juntos la noche del 19 de septiembre del 2007.
El comunismo tendió una cortina de hierro. El mamífero con asesores que es materia de esta nota desplegó ayer una cortina de huno. Alva Castro dice gracias. Vallejos también. La moña de la Villarreal otro tanto.
Tengo la comprobación empírica de que el programa que transmito por Radio San Borja se escucha en muchas partes de Lima y se repite en muchas provincias. Sin embargo, debo decir que es, por ahora, y a pesar de su éxito, un programa condenado a desaparecer. Meses de intentos por conseguir a algún auspiciador han terminado en fracaso. Y ese fracaso me impedirá seguir pagándole a San Borja –que tan bien se ha portado conmigo– el valor mensual de la hora que alquilo diariamente bajo mi entera responsabilidad legal. No pido nada sino conservar la dignidad que es, al final, el único patrimonio que vale la pena. Y por dignidad no me verán doblegado. La presión del doctor García y los empresarios que lo aupaban fue decisiva para mi “retiro” de la televisión en febrero del 2006. Ahora, la mano de la revancha se estira hasta la radio. No me quejo. Ellos hacen su papel y yo, modestamente, el mío. Que esta sea una oportunidad para decir también que las páginas web “Al día con Hildebrandt” y “César Hildebrandt/ Blog” ni me conciernen personalmente ni me pertenecen como posible fuente de derechos de autor –aunque a ambas les agradezco reproducir mis comentarios, entrevistas y columnas–. Tampoco tengo nada que ver con la miel de abejas “Hildebrandt”, que acabo de descubrir, risueñamente, en un estante de “Wong”. Lo mío es el periodismo. Y por ser lo mío el periodismo es que estoy dispuesto a desaparecer del medio cuantas veces sea necesario con tal de no pedirle nada a los poderes que dominan casi toda la prensa peruana.
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